Un remolino de voces, una mirada que no cesa, una pasión vacante que nos embriaga el alma, nos arroja al infinito y volvemos a nacer…más enteros, más derechos, con la mirada vertical y la risa en un hilo. Sentir que somos uno en el otro, que hay muchas voces que nos despiertan de un letargo adormecido de sueños y manos vacías.
Tantas noches, tantos días esperando y el milagro allí, en la puerta de la emoción, pujando por nacer: salir a bailar la vida envueltos en el manto cálido y abrigado de mil cuencos tibios que nos recogen sin premura. Aprender la emoción, aprehender la vida, sujetarla con fuerza para que no escape por ningún resquicio, sintiendo la piel encendida y el alma golpeando fuerte, sin pausa, sostenida y brillante.
El laberinto abre mil puertas y debemos elegir….sabiendo que las puntas de la vida nos reclaman y nos acechan con sus llamadas profundas y raigales. Voces de mil años que se agolpan, miradas que vuelven a su eje, centros luminosos que nos invitan a despertar.
Y el gesto vacilante que encuentra su expresión y la palabra silenciada que palpita en la garganta….y nosotros allí, bebiendo la fuerza y el amor a tragos enamorados.